jueves, 11 de enero de 2018

Si hubieras regresado conmigo



Su estantería, sus libros...



¿Cómo sería si hubieras regresado conmigo a casa? Daríamos paseos por el sol en la mañana. Después nos sentaríamos a escribir. Tú, tal vez a dibujar. Yo escribiría mis textos y tú les harías la ilustración más bonita. O quizá tú harías tu dibujo creado de la nada y yo le pondría mis letras, mi propia interpretación.

Hace ya algún tiempo —aunque parece que fue ayer— yo me prestaba a este juego con una de tus amigas que ahora también lo es mía. Intercambiábamos fotografías y textos. Más tarde se complicó la vida y ya apenas existe el intercambio sin que ninguna de las dos pongamos demasiado empeño en retomarlo. La prioridad es sobrevivir en un medio cada vez más hostil.

Casi al mismo tiempo conocí a otra de tus amigas. Hoy ya no se llama igual que cuando hablaba contigo acerca de la  pintura. La vida cambia y, a veces, hasta nos cambiamos el nombre para adaptarlo a nuestros perfiles. Pasó de la bohemia al misticismo y de éste otra vez a la bohemia. A ratos transita por la vía de la indignación y el activismo. Tal vez ya ha encontrado acomodo para su nueva piel.

Durante las últimas semanas he pensado mucho en tus manos manchadas de tinturas de colores diversos, en el olor del disolvente, en tu mesa desordenada, emborronada y abarrotada de bocetos. Podía visualizar la imagen con solo cerrar los ojos y evocar tu recuerdo. Podía escuchar tu voz que todavía me susurra a veces mientras tomo el café de media mañana.

Jugaba con la ilusión de verte dibujar las líneas que trazarían el diseño para la portada de mi último libro. Habrías llegado al alma de cada letra, de cada página y de cada sonido, y yo presumiría de contar con la portada más bonita del mundo para mi último trabajo.

Hubiéramos formado un buen equipo.

A dos días de la presentación del último libro… te echo de menos, querido hermano.
 
 
Imagen: Blas Estal - parte de sus libros en una de sus estanterías

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