martes, 26 de diciembre de 2017

Entrevista por Acero y Vida






Acerca de La libreta amarilla, Los gatos de Santa Felicitas y algunas otras cuestiones, en una simpática entrevista realizada por Sherpa Hogan Gómez y Amador Gázquez Moreno, del grupo PUERTO DE SAGUNTO (Acero y Vida)

En el podcast cuyo enlace figura abajo, intervienen además Xavi y Agus, con quienes tuve el placer de charlar previamente a la entrevista Espero poder ser yo quien haga de entrevistadora la próxima vez para poder contaros por aquí algunos detalles acerca del programa que llevan a cabo semanalmente.

Que no os sorprenda el inicio de este programa, no os dejéis engañar por las formas.


En el enlace siguiente:

https://www.spreaker.com/user/10268264/programa1x03

lunes, 4 de diciembre de 2017

Presentación LA LIBRETA AMARILLA


 
 
 
 
 

«Hace unos días decidí que voy a utilizar una libreta. De color amarillo, sí; para identificarla entre el resto de los papeles que tengo siempre tirados por cualquier sitio.

Quizá no deba preocuparme mucho por mis descuidos, y estos sean debidos al momento de crisis por el que todos atravesamos. Las cosas no van bien para nadie, la gente discute en los programas de la televisión y yo me indigno cuando observo la falta de argumentos en muchos de quienes nos gobiernan.

Ayer, sin ir más lejos, rompí el televisor. Bueno… yo no lo recuerdo, pero mi hija le ha dicho al médico que lo rompí yo. Dice que me enfadé muchísimo con un señor que defendía en la tele las bajadas de las pensiones a los jubilados. Era por la tarde y yo estaba planchando. Teresa le ha contado al médico que lancé la plancha contra la pantalla. ¡Menudo susto debieron de darse! Sobre todo, los de dentro de la tele.

La verdad es que, efectivamente, estoy sin televisión, pero no creo que la haya estropeado yo con lo de la plancha. ¡Cómo no iba a recordar algo así! Estoy bien y no me pasa nada; es solo eso, que hay crisis y quieren que la paguemos los de siempre. Y yo, pues me indigno, como cualquier hijo de vecino. Pero como Teresín se ha puesto tan pesada, pues hemos ido al médico.

Casi llegamos tarde y se ha enfadado conmigo. Últimamente se enfada por cualquier cosa. Resulta que yo andaba buscando mis gafas desde anoche. «Marisa me ha robado las gafas» le dije cuando la llamé para decirle que no se fiara de la chica que viene los martes a limpiar. Debió  de molestarse porque, según dice, eran las dos de la mañana cuando la llamé. Eso no es cierto, porque yo a esa hora estoy barriendo la calle.

—Lo que necesito es un poco de descanso. Descanso y encontrar mis gafas —le he repetido cuando ha venido a buscarme para ir al médico—. Es todo cuanto preciso, no médicos. 

—Mamá… las llevas puestas. Anda, vámonos que se hace tarde.

—¡Huy, qué tonta estoy, Teresa! Si no me lo dices, ni me doy cuenta. [...]»
 
***
 
Así arranca esta historia contada a dos voces, la voz de la desmemoria y la del cariño. Ambas os esperan el próximo día 18 de diciembre, en La Casa Municipal de Cultura de Puerto de Sagunto. Allí os espero yo también, en buena compañía y ambiente prenavideño y ameno.
 
De Fragua y Yunque.
 

 


martes, 21 de noviembre de 2017

La libreta amarilla








SINOPSIS

LA LIBRETA AMARILLA nos acerca a la realidad del mal de Alzheimer a través de las confidencias de Antonia y Teresa, madre e hija atrapadas en el laberinto de la desmemoria.
La voz de Antonia relata en primera persona el drama de la enfermedad mediante la anotación de sus vivencias en una libreta que será su último asidero a un mundo que se aleja entre las brumas del olvido.
La voz de Teresa presenta el punto de vista de los familiares y las personas más cercanas al enfermo. Viviremos con ella las consecuencias de la enfermedad cuando en su camino se cruce la crisis económica y se alejen trabajo, familia y relaciones sociales.
Madre e hija aunarán sus sentimientos y se harán partícipes de cuanto piensan y callan, de cuanto sienten y adivinan. Juntas afrontarán la última etapa en el dramático camino hacia el olvido.

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A falta de confirmar la fecha y hora, así como el lugar de presentación de LA LIBRETA AMARILLA, la Fragua y el Yunque se complacen en mostrar una breve nota acerca del contenido de la obra.

L.Estal

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Noviembre IV


Paco Jordán Soto - Playa Puerto de Sagunto-


Mi mar, sereno y en calma,
se vuelve violento de golpe.

Ya vienen los primeros fríos.

La pluma, en reposo, me observa
desde el cajón triste y oscuro.

Y la lluvia no llega...

                 No, no acaba de llegar.


LEH -De la lluvia
Fotografía de Paco Jordán Soto-Playa Puerto de Sagunto
              
                      

jueves, 2 de noviembre de 2017

Noviembre II




La poesía se acerca,
se asoma por entre las nubes
sobre la superficie del agua
en la playa desierta de noviembre
 
             miro hacia el cielo cubierto
                                       y aguardo en silencio...


Noviembre (fragmento)
Fotografía LEH

martes, 31 de octubre de 2017

Los días acortan




 


En el aire se nota la ausencia del olor de los jazmines y de los galanes de noche. Los azahares tardarán bastante en vestir de nuevo los campos, pero las naranjas ya pintan en la huerta. Comienza la muda de colores en el paisaje, y el aroma de la tierra, esa tierra nuestra, la de siempre, la que sustenta la vida, parece que nos habla con voz de ayeres.

Ya es otoño y yo cierro los ojos y me pregunto «Qué estaba haciendo justamente en este día de este mes en aquel año…» La mayoría de las veces no obtengo respuesta porque la fecha no es relevante, ni en mi presente ni en mi pasado lejano o reciente. Habré de esperar unas semanas para recordar un acontecimiento ocurrido en esta nueva muda. Octubre, noviembre o diciembre qué más da. Mi cuerpo se prepara para esperar los atardeceres precipitados y los primeros fríos. Las ventanas permanecen cerradas y las cortinas echadas. Las voces de los niños en la plaza son solo un murmullo apagado y mi camiseta deportiva una intrusa que desde una esquina del ropero reclama la atención perdida.

El rincón de la lectura se ha despejado. Las tardes invitan al paseo por las páginas y, de vez en cuando, si llueve, les dedico un tiempo extra. Algo me dice que es tiempo de flores aunque  no florezcan los jardines. Intento resistirme, porque es otoño y no tocan flores, sino libros escolares, caminatas bajo el sol aletargado de la tarde y prisas a la hora de bajar la basura para que las últimas luces del día no me echen de menos cuando se despidan tras las montañas.

Pero… ¿quién se resiste a unas flores? Me arreglo y miro mi reloj por si todavía estoy a tiempo de coger el autobús. «Si no me entretengo con la brochita ante el espejo, me da tiempo» pienso en voz alta. Y salgo ligera, cargada con mi bolso grande repleto de cosas necesarias como los bolis, la agenda, la libreta pequeñita de notas, el móvil, el monedero, el último número de la revista Turia, los poemas de mi nuevo contacto de facebook, las llaves…

Ya en la floristería, compraría todas las flores de la tienda, y todas las copas de cristal tallado, y los centros de mesa… ¡Está todo tan bonito y expuesto con tan buen gusto! Pero me reprimo porque no están las cosas para abusos y, además, luego todo son trastos por todas partes. Compro lo esencial para formar mi ramo y me empleo con ganas en su confección: A un lado las azucenas, los dos gladiolos sobresaliendo unos centímetros por encima de los claveles moteados; la rosa roja en el centro, altanera, que para eso lleva el nombre de las mujeres que tanto me quisieron y quiero; y la paniculata salpicando todo el conjunto reposado sobre el lecho verde de hojas de boj.

Ahora, coloco mi ramo en el búcaro, junto a la cruz. Deposito un beso en mi mano y poso esta suavemente sobre las dos fotografías ovaladas de color sepia que presiden la losa, algo por encima de los nombres y fechas talladas en el granito. Ya no hay cipreses, eso es algo que pertenece a otros otoños, cuando el nombre del recinto se apellidaba Santo. No, no hay cipreses y, a veces, por el aire se extiende un olor como de ceniza.

 

 Fotografía: LEH

miércoles, 25 de octubre de 2017

Una breve nota





Voy a escribir una breve nota
que quede sobre el reverso de la hoja
moribunda que me observa,
indiferente, desde la rama más alta
del árbol más robusto de la plaza.

Unas breves palabras con las que arañar
las horas previas a la noche que ya asoma
por encima de la última ola rezagada
hasta la primera curva de la calle
-mal adoquinada-
que no proyecta mi sombra.


-De los cuadernos de Uba. 14917)-
Fotografía: LEH-

miércoles, 18 de octubre de 2017

Un otoño diferente



 

 

Con música de Enya de fondo espero a la lluvia, al otoño verdadero y a los días cortos y tranquilos. Hace mucho tiempo que no escribo en mi cuaderno. Aguarda en un cajón, junto al tintero y la pluma. El de este año es un otoño raro que en nada se parece al anterior. Aquel me trajo una inmensa alegría, llegó con nuevos latidos y miradas nuevas que me sedujeron desde el primer instante. Añoro la espera de aquellos días, la expectación y hasta la poesía del momento.

En mi opinión es un otoño absurdo en el que las tonalidades verdes  ganan la batalla a las ocres y doradas. Los árboles de mi plaza se resisten a desprenderse del ropaje que lucen desde la primavera precoz de cada año. Es diferente a los de otros años. Es más caliente, y no solo en la temperatura ambiental. En las calles, en las barras de los bares, en las redes sociales… Todos nos acaloramos. Algunos más que otros. Surgen banderas desde todos los rincones. De todos los colores y logos. Algunos de esos logos hasta asustan. Alguien no está haciendo bien su trabajo. No sé quién, no tengo capacidad para averiguarlo. De lo que no me cabe duda es, de que, a peor trabajo, mayor beneficio obtendrán en uno y otro lado. Y yo, como siempre, esperando a la lluvia.

Si acaso, me consuela saber que no estoy sola. Hay muchas personas que, como yo, observan tras los cristales. Esperan desenlaces que se van posponiendo. No entendemos el porqué del fracaso. O tal vez sí lo entendemos pero nos negamos a creer los motivos que lo han propiciado. Hay lienzos blancos que piden la voz y la palabra pero la multitud, enaltecida, permanece sorda a la solicitud.

Unos gritan que «su España» no se rompe. Otros, que ya está rota. Y mientras los unos y los otros se pierden en sus gritos y bravuconadas, esa España que dicen que les pertenece, o en el caso contrario que no les importa, esta España nuestra, arde sin que nadie lo remedie y se convierte en cenizas y duelo.

Todos miramos al cielo. Algunos están cegados por el humo y no pueden divisarlo. A otros los ciega la arrogancia y la pedantería. Y yo… yo sigo a la espera de esa lluvia tan necesaria que apague los fuegos y nos limpie los ojos.
 
 
Fotografía -LEH- Rubielos de Mora

 

domingo, 17 de septiembre de 2017

Del cuaderno de Uba-Primeras páginas


 

PRIMERAS PÁGINAS

 

En primavera escrituramos nuestra casa. Fue por la mañana. La niña vino con nosotros. En el momento de recibir las llaves de manos del constructor reprimimos la emoción pero, inmediatamente después de salir de la notaría, dimos rienda suelta a la misma y nos dirigimos a toda prisa hacia el centro comercial. Ardíamos en deseos de comprar los primeros elementos que identificaran la casa nº 5 de la calle como propiedad de la familia. ¡Compramos el buzón de correos!

Compramos más cosas. Unos farolillos para las terrazas y el zaguán de la entrada, una planta —que nunca había visto— para que anunciara en el alféizar de la ventana que nos encontrábamos dentro, y algunas cosas más. Todas totalmente prescindibles y, algunas, como el buzón y los farolillos, inservibles. El buzón nunca se utilizó porque el funcionario de correos se negó a depositar allí la correspondencia, aludiendo a que debía estar junto a los del resto de las casas en un lugar común de la finca. Así pues, y por no meter bulla desde mi primer día en el municipio, dejé correr el tema y personarme yo misma en su oficina para recoger mis recibos y cartas.

Por medio de internet supimos más tarde que una nueva ley obligaba a los constructores a poner los buzones de todas las viviendas en un mismo lugar en vez de cada uno en su propio domicilio. Pero también vimos que esa ley entraba en vigor en mayo de ese mismo año. Nuestra casa nos la dieron un mes antes. Pero bueno… no valía la pena entrar en discordias. Yo iría cada dos o tres días a recoger las cartas a la oficina. Mientras tanto, el constructor vería la forma de colocar los depósitos, todos iguales, todos juntos, los cinco, en algún hueco de la fachada. Lo malo es que no había hueco sino en la pared de la casa de la esquina, lo que constituía, de ponerse allí, un pegote que permitiría a la lluvia, cuando la hubiera, penetrar en los buzones y empapar la correspondencia de su interior.

Los farolillos eran más altos que el espacio entre la salida del cable de la luz de las terrazas y la el voladizo de teja del tejado. No cabían y había que cambiarlos por otros más pequeños. La planta rara, cada vez que veníamos de la casa que en breve dejaríamos de habitar, me esperaba blanda y pocha. Le daba de beber, la sacaba a la ventana, la metía de nuevo a la cocina cuando me iba en la tarde-noche y a la mañana siguiente ya estaba de nuevo pocha.

Pero nada de eso nos quitó la ilusión. Ese mismo día que recibimos las llaves, nos fuimos a comer a un bar que habían abierto hacía muy poco tiempo en la Calle Mayor. Comimos tapas que nos supieron a gloria. Todo en el pueblo nos sabía a gloria: su pan, sus rollitos de anís, su carne de la carnicería, la fruta de la única tienda, el aire que la sierra nos enviaba como un regalo, el olor de las madreselvas que bordeaban la parte trasera del polideportivo, la visión de la gran cantidad de rosas de todos los colores que adornaban jardines y algunas orillas de huertos… Estábamos en un lugar donde, para ser todo ideal, solo faltaba que su río fuese uno de esos que llevan agua corriente hacia el mar. El viejo palacio frente a la Casa del Pueblo nos recibía al cruzar el puente. Yo lo observaba al pasar por debajo y tomar la curva. Era como si nos diera la bienvenida cada vez que veníamos a organizar nuestra instalación. Al llegar a este punto, una vez dejado atrás el puente sobre el río, el aire que se respiraba ya se apreciaba distinto y el azul del cielo más nítido.

¡Ah, qué bien íbamos a estar aquí! ¿O no?...
 
Fotografía: LEH
 

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Nubes de letras


 
 
 

NUBES DE LETRAS

CARMEN ADELANTADO

Editado con la colaboración del Excmo. Ayuntamiento de Sagunto —Dpto. de Cultura—

 

El librito que tengo entre mis manos es un librito pequeño, de poco grosor, apenas sesenta y cinco páginas. Su portada es sencilla, sin colorines ni imágenes sofisticadas. Su título NUBES DE LETRAS me hace pensar en los primeros libros infantiles; esos que se emplean para familiarizar a los niños con las letras y la ilustración. Su portada trasera es todavía más sencilla: tan solo un discreto logo del ayuntamiento de la ciudad que se ha encargado de su edición.

En este pequeño volumen no hay ISBN, ni notas acerca de la autora o de su currículum; tan solo los créditos más imprescindibles: algunos nombres y unas fechas, autoría del texto, de la cubierta, referencia al impresor y número de Dep. Legal.

Tampoco hay página dedicada a los agradecimientos. Este librito ni tan siquiera está a la venta… Y yo, tengo el privilegio de poseer un ejemplar.

He caminado sobre sus versos una y muchas veces. Me he pemitido incluso la osadía de recitarlos en voz alta y grabar mi voz para escucharme a mí misma su canto. Este fragmento que trascribo corresponde al poema que Carmen Adelantado titula «El Silencio»

…La música del silencio

ni es triste ni es callada;

es serena, es tranquila,

no se escucha en el oído

sólo se siente en el alma.

 

Ella conoce mejor que nadie la voz del silencio. Ha sido su interlocutor durante mucho tiempo. Él, el silencio, cómplice de sus horas más suyas en los momentos de inmovilidad física, fue su mayor estímulo para gritar al mundo con fuerza. Mantuvieron largas conversaciones, a veces con opiniones encontradas, otras bailando al son de una música que solo era para ellos. Y Carmen resurgió a la manera del Fenix, fortalecida y desafiante ante la adversidad.

Hoy nos deleita con sus letras, letras que no se detienen en el poema, sino que trascienden hasta el cuento y el relato. Podemos seguirla en su página de Facebook, allí nos acepta como amigos siempre que llamemos a su puerta con la suavidad del verbo. Allí la encontramos siempre dispuesta al intercambio de una agradable sonrisa. Es amiga desde hace cinco años, y es buena amiga.

Desde aquí quiero darle las gracias por haberme regalado este tiempo tan valioso para ella… y para mí.

Lola Estal
-En su día para Acantilados de Papel-

 

Para contacto: Carmen Adelantado en Facebook

 

 

martes, 11 de julio de 2017

Contra corriente




 


 


Nuestros sueños de niños consistían en llegar a ser unos excelentes abogados, y así lo decidimos en aquella tórrida mañana de julio mientras nos refrescábamos sentados en los escalones del portal. Para entrar en ambiente, Carlitos y yo estábamos a punto de darnos bofetadas, pues él defendía candorosamente a Abel por sus bellas intenciones mientras que yo me desgañitaba la garganta gritando a los cuatro vientos que Caín podría, muy bien, haber sido el hombre de mis sueños, y que si actuó como lo hizo, fue porque por encima de él siempre estaba El Otro chinchando y malmetiendo para, así, partirse el culo de risa viéndonos a los de aquí abajo sufrir todo tipo de agonías para ser merecedores de sus bendiciones.
    Cuando más acalorados estábamos en nuestra argumentación, Carlitos salió precipitadamente hacia su casa. Cuando adiviné el motivo ya era tarde
     No la vi venir, pero, inmediatamente, sentí un tremendo y sofocante dolor en la mejilla derecha que acalló mi defensa.
     «¡Entra en casa que cuando venga tu padre te vas a enterar!», me ordenó mi madre, y yo la obedecí sin rechistar mientras me aguantaba la rabia y el dolor por la bofetada que me había propinado.
 
Carlitos se hizo panadero, y yo no terminé la E.G.B, pero de alguna manera, en aquella mañana calurosa, mientras jugábamos a ser abogados sentados en los casi fresquitos escalones de la cuarta planta de nuestro portal, se puso de manifiesto mi ya anticipada manía de cuestionar las ideas más simples y obvias. Claro que… de una manera más silenciosa y cerciorándome de quién podía andar a la escucha.

De: Cuentos de El Puerto.
Dibujo: Débora Trachter


 
 

jueves, 6 de julio de 2017

Leyendo La Deriva de los Hemisferios





Tras el trajín de los últimos días la casa retoma el silencio habitual. Ya hace rato que anocheció. Afuera, en la calle, apenas se oyen unas voces infantiles alrededor de la plaza. Son los niños que disfrutan de las vacaciones escolares en casa de los abuelos, aquí en el pueblo. Con ellos lo pasan bien, después de cenar pueden pedalear por las calles sin tráfico. Yo los oigo cuando pasan por debajo de mi balcón. Sus voces me distraen de la lectura pero me hacen compañía. Cuando desaparecen por la esquina, el silencio vuelve de nuevo y yo continúo inmersa en las páginas del libro.

Mi selección para esta noche es LA DERIVA DE LOS HEMISFERIOS de Emma Fondevila. A través de sus versos me lleva a lo más profundo de sus sentimientos. No es la primera vez que leo este poemario. Lo adquirí hace algo más de un año y vuelvo a sus páginas de vez en cuando, al Buenos Aires de la autora, a sus vaivenes entre los hemisferios.

Personalmente, hablar de Argentina me lleva a pensar en el país de la plata y la sensualidad del tango, a la migración de alguno de mis antepasados… Y también me lleva de inmediato a unas imágenes de señoras con sus pañuelos blancos cubriéndoles la cabeza, a las mordazas y al miedo, a la tristeza y al drama. A otros, en las antípodas de mis pensamientos, los lleva a pensar en un balón, un futbolista de élite y un equipo.

LA DERIVA DE LOS HEMISFERIOS es un viaje –quizá largamente postergado- hacia la permanencia que subyace en el desarraigo. Un viaje necesario cuyo itinerario se hace preciso para mantener el equilibrio entre ese fondo permanente y la superficie de la realidad.

[…]A veces la nostalgia recorre caminos tortuosos/ extraños/ pero llega/ llega y te arrastra/ te lleva de vuelta/ o te trae/ en alas de una música/ que sin saberlo/ añorabas.

Es una obra que no me deja indiferente por muchas veces que la lea. Muy alejada del drama y de esos sentimientos encontrados entre lo que debió ser y lo que finalmente fue, hay momentos durante la lectura en los que no dejo de sentirme identificada con el desarraigo que vislumbro. La nostalgia no pide permiso para instalarse en los sentimientos. Tal vez sea de paso obligado sentirla a medida que pasan los años.

Estos versos en cursiva corresponden a un fragmento de NADA, poema del libro segundo de los cuatro que componen este poemario. He seleccionado esos versos como podía haber seleccionado otros. Con todos me quedo, todos me han emocionado, y todos los volveré a leer una y otra vez, cuando la paz y el silencio inviten a la lectura como en esta noche de verano.

Es una obra que recomiendo. La podéis solicitar en vuestra librería habitual o pedirla directamente a la editorial «Lastura Ediciones», contactando a través de su página o vía email: info@lastura.es. Es una editorial con la que podéis comunicaros también por Fb. En mi opinión uno de los mejores sellos editoriales que tenemos hoy en el mercado.

 Imagen: Portada de LA DERIVA DE LOS HEMISFERIOS

domingo, 4 de junio de 2017

Tarde de sábado




El sábado se aproxima al domingo y se confunde con él. Las copas de los árboles se mecen suavemente anunciando la lluvia que baja desde la sierra. Huele a tierra húmeda y huele también a ausencia. La televisión ya no entretiene como lo hacía en los años grises de risas blancas. Ahora esperamos a que la película se termine de bajar on-line sobre la mesa de la sala. Es de ciencia ficción y no se oye muy bien. Yo no le presto atención y busco entre mis libros: poética, biografía, novela, historia… Ellos me miran desde el otro lado del sofá. Me ruegan desde sus páginas con voz lastimera que me asome hasta sus voces. Se disputan entre ellos mi mirada mientras no acabo de decidirme. Los deseo a todos y todos me desean y tiran de mí.

La película me aburre. Será tal vez por mi problema de audición. El silencio de la plaza tampoco ayuda al deleite. La amenaza de lluvia ha pasado y un calor bochornoso se cuela por el ventanal de la terraza.

Finalmente me decido por la biografía de Miguel Hernández. Leo sus cartas a Juan Ramón Jiménez y al hacerlo me siento como una intrusa que invade la intimidad del oriolano. No puedo evitar preguntarme si acaso él dio su permiso en algún momento para que hurgáramos en sus papeles. No tardo en cerrar el libro. Los WatsApps reclaman ahora mi atención. En breve será el teléfono fijo, el de siempre, el que elevará el sonido de su timbre por la estancia. No hará falta preguntar quién es el interlocutor, su nombre aparecerá en la pantallita iluminada; luego, la misma voz de cada sábado: la voz hermana que no sucumbe ante el teclado del pequeño telefonillo, como no sucumbe ante las películas on-line. Él aprovecha las pausas publicitarias en sus viejas películas «de vaqueros» para asomarse a ver la vida desde el balcón, y para realizar la llamada semanal que nos mantiene unidos a través del hilo telefónico. No vivimos lejos el uno del otro pero los avances tecnológicos nos alejan físicamente cada vez más.

Cuando cuelgo el auricular la plaza se llena de vida. Los árboles dejan de mecerse y los pajarillos enmudecen entre la espesura del ramaje. La música invade todo el perímetro. Es la banda del pueblo que, a bombo y platillo, acompaña a los comulgantes de este año. Un par de niñas y un niño se exhiben precediendo a los músicos. Van acompañadas a ambos lados por varias decenas de personas, familiares y vecinos que no quieren perderse el evento del día.

La curiosidad por la escena me lleva a asomarme a la terraza. Entonces me siento como si me encontrara en el interior de un decorado de película Berlanga. No es la primera vez que me sucede. Cuando regreso a la sala la película sigue su curso y yo sigo ajena a su evolución. Vuelvo a mis libros, ahora a la poesía de Marín Albalate, uno de mis referentes:

Nada nuevo,
Satisfecho ya el instinto animal
De quienes se amaron en esa habitación.

La mujer que habitó, desnuda y soluble,
La cama (ahora deshecha), duerme,
Como una bestia dulce, cubierta de amor.
 
Lejos de ella,
Un hombre escribe
Acerca de lo efímero de la dicha
Que ha creído alcanzar.


El poema corresponde a su libro ESCALERA DE PALABRAS PARA BAJAR. No es de sus últimos trabajos. Ya tiene veinte años y fue galardonado con el Premio Emma Egea 1997. Es una de las joyas de «mi caja de los tesoros».

Leo el poema con detenimiento, dejándome seducir por cada uno de sus versos. Mientras, con disimulo, lo miro a él, que sí sigue atentamente el hilo de la película que está llegando a su fin.

Arriba, la habitación me habla desde la cama deshecha.




Ilustración: Blas Estal

lunes, 13 de marzo de 2017

Apuntes...




Apuntes de una nueva primavera en la que no hallo acomodo. Acaso necesite un asiento a mi medida. Tal vez una burbuja en la que sumergirme dentro de mi cueva. Si, egoístamente, me he convertido en mi mejor compañía, a qué se debe entonces esta necesidad de respirar el aire tóxico de ahí afuera. ¿Por qué se solicita desde distintos espacios la presencia de este egoísmo mío?

Soy como un pez fuera del agua, como la voz apagada ante un micrófono de escasa calidad, como la piel trémula sobre las tablas de escenarios varios. Soy intrusa en tierra ajena, foránea en la propia.

Me pregunto en qué momento dejé de ser semilla, cuándo me transformé en mal asfalto rodado continuamente por imperiosos cauchos. ¿Qué es lo que dejé de ser para ser lo que soy? ¿Por qué mis dudas si todos los cruces del camino me conducen al mismo destino? ¿A qué esta extraña pereza que me alienta a comenzar tantas labores?

No consigo hallar el equilibrio entre lo que fui, lo que quise ser, lo que debí ser y lo que finalmente soy.

¿Qué o quién soy? Ninguna tierra me pertenece. No pertenezco a ninguna. No hay lengua que me someta ni bandera que sollozo me arranque. Yo impongo mis propias fronteras entre la tierra y el mar. Me diluyo en la diminuta arena de una playa de azules divisas o arrastro mis pies hasta lo más alto de la sierra.

Como Cabral, no soy de aquí ni de allá. Tal vez de mí misma, dueña y señora de la profundidad de mis propias huellas… sometidas, no obstante, a cuantos despropósitos se imponen ahí afuera, al otro lado de la burbuja de mi cueva.

 
fotografía:  -LEH-