miércoles, 18 de octubre de 2017

Un otoño diferente



 

 

Con música de Enya de fondo espero a la lluvia, al otoño verdadero y a los días cortos y tranquilos. Hace mucho tiempo que no escribo en mi cuaderno. Aguarda en un cajón, junto al tintero y la pluma. El de este año es un otoño raro que en nada se parece al anterior. Aquel me trajo una inmensa alegría, llegó con nuevos latidos y miradas nuevas que me sedujeron desde el primer instante. Añoro la espera de aquellos días, la expectación y hasta la poesía del momento.

En mi opinión es un otoño absurdo en el que las tonalidades verdes  ganan la batalla a las ocres y doradas. Los árboles de mi plaza se resisten a desprenderse del ropaje que lucen desde la primavera precoz de cada año. Es diferente a los de otros años. Es más caliente, y no solo en la temperatura ambiental. En las calles, en las barras de los bares, en las redes sociales… Todos nos acaloramos. Algunos más que otros. Surgen banderas desde todos los rincones. De todos los colores y logos. Algunos de esos logos hasta asustan. Alguien no está haciendo bien su trabajo. No sé quién, no tengo capacidad para averiguarlo. De lo que no me cabe duda es, de que, a peor trabajo, mayor beneficio obtendrán en uno y otro lado. Y yo, como siempre, esperando a la lluvia.

Si acaso, me consuela saber que no estoy sola. Hay muchas personas que, como yo, observan tras los cristales. Esperan desenlaces que se van posponiendo. No entendemos el porqué del fracaso. O tal vez sí lo entendemos pero nos negamos a creer los motivos que lo han propiciado. Hay lienzos blancos que piden la voz y la palabra pero la multitud, enaltecida, permanece sorda a la solicitud.

Unos gritan que «su España» no se rompe. Otros, que ya está rota. Y mientras los unos y los otros se pierden en sus gritos y bravuconadas, esa España que dicen que les pertenece, o en el caso contrario que no les importa, esta España nuestra, arde sin que nadie lo remedie y se convierte en cenizas y duelo.

Todos miramos al cielo. Algunos están cegados por el humo y no pueden divisarlo. A otros los ciega la arrogancia y la pedantería. Y yo… yo sigo a la espera de esa lluvia tan necesaria que apague los fuegos y nos limpie los ojos.
 
 
Fotografía -LEH- Rubielos de Mora

 

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