martes, 6 de diciembre de 2016

En diciembre





Ya vamos caminando por los primeros días de diciembre. La lluvia, tan ansiada por estas latitudes mediterráneas, ha cesado. Se hizo esperar pero finalmente llegó, y lo hizo desmesuradamente, anegando campos y cubriendo de lutos algunas familias. Hoy luce el sol. Es un sol tímido, húmedo, que apenas proporciona calor. No importa porque la temperatura tampoco es excesivamente baja.
Hoy es día festivo. Dicen que celebramos el aniversario de nuestra Constitución. Hay quienes no lo celebran porque en su día no la votaron, o la votaron en contra, que no es lo mismo que no votarla. De eso hace cuarenta años y a mí ya se me antoja una señora Constitución en su periodo de climaterio, muy próxima a la menopausia. «Nosotros, los de entonces, no somos los mismos» dijo Neruda. Y en efecto, así es. Los que votamos aquel 6 de Diciembre ya no somos los mismos. Todos hemos cambiado mucho, y hay quienes hoy, ni son, ni están ni se les espera. Las circunstancias tampoco son las mismas, y quizá por eso habría que sacar a nuestra señora Constitución a la calle, para que viera con sus propios ojos y escuchara con sus propios oídos el modo en que se incumplen no pocos de sus puntos fundamentales.
Alguien me dijo en una ocasión que, si las cosas están bien para qué cambiarlas. «¿Para mejorarlas?», respondí. Por lo visto él no necesitaba que se mejorara nada y eso me recordó la cita atribuida a Jodorowsky: El pájaro que nació y se crio en una jaula cree que volar es una enfermedad.
Pasaron las lluvias y quizá ahora llegue el frío que corresponde a esta época del año. Pasará también la tan celebrada festividad de La Purísima y llegarán los días de Navidad; esos días en los que todos nos volvemos mejores personas porque es lo que toca. Nos arroparemos en nuestras mejores galas y saldremos a consumir, que también es lo que toca, independientemente de nuestro presupuesto. Nos felicitaremos por la calle incluso con los desconocidos porque acaba de nacer un niño que ya tiene más de dos mil años. Todos seremos un poco más cristianos y tal vez un poco menos católicos. Habrá quien siente un pobre en su mesa y le obsequie con un bocadillo de choped, y tras la limosna el anfitrión se sentirá más cerca del cielo, porque de eso se trata: de ganar un trocito de cielo. Al igual que en la política, aquí no cuenta el altruismo, aquí los favores se pagan y el choped bien merece una pequeña mordida allá arriba.
Y después…, de nuevo a cantar en la jaula, porque ahí es donde realmente nosotros, los de entonces, nos sentimos felices y seguros.

 Ilustración: Juan Lacárcel

 

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