martes, 22 de julio de 2014

Versos compartidos





«Y eran los tiempos...»
en que aún no eras recuerdo.

«Me hacías muecas de cinismo...»
desde tu rincón de juegos.

«Y de nuevo tu mar...»
se muestra ante mí desnuda
y dibujada en un lienzo.
 
 
Diálogos con Blas - Con sus versos y mis versos
Ilustración: Ismael M.

martes, 15 de julio de 2014

Los Cármenes








Carmen es nombre de mujer, y de Virgen para los hombres de Mar; significa verso o composición poética; y es también identificativo de un barrio, de cofradías, de iglesias, de calles, hospitales, colegios y hasta de algunos comercios…

Pero, además, Carmen —karm en su origen árabe— responde al vocablo «viña» y se asigna igualmente a la definición de «quinta con y huerta y jardín». Quienes conocen Granada, conocen también sus Cármenes.

 El Carmen granadino es un edén en miniatura contiguo a la vivienda particular. Oculto por altos muros, asoma su rostro frondoso y altivo por encima de la tapia de descascarillada cal por donde, traviesamente, se descuelgan las ramas de las enredaderas y yedras. El espesor de su arboleda proporciona a su dueño serena intimidad en el hogar, a la vez que desde su ubicación, por lo general en la falda de una colina, le brinda una magnífica panorámica del paisaje.

En el Carmen granadino comparten lecho y sustento los más variados frutales con los elegantes cedros y los siempre verdes bojes. En el aire los aromas de sus flores se fusionan con aquellos que, a su lado, emiten los arbustos aromáticos. Y entremezclados con estos, se localizan las granadas, melocotones, manzanas, y las habas, espinacas o cardos, cuya cosecha sirve de abastecimiento para el consumo  familiar.

En su suelo un pequeño arroyuelo de suave siseo se precipita por el desnivel del terreno, proporcionando el riego a la vegetación y desembocando en una tradicional alberca rodeada de cantidad de macetas con flores de variados colores. Al remanso de agua en la alberca se aproximan los pequeños ruiseñores que, con sus patas ligeras y sus trinos armoniosos, conceden al inquilino graciosamente ese dulce sonido que, a veces, sólo la naturaleza puede conferir.

Se dice del Carmen que, desde sus orígenes, a partir de la expulsión de los moriscos, forma parte del hogar como una más de sus estancias. No obstante, son famosos por su espectacularidad y belleza El Carmen de los Mártires ubicado dentro del recinto amurallado de La Alhambra, declarado «Jardín monumental» en 1957. En él se deja ver la huella árabe y el gusto renacentista. Son magníficos sus paseos románticos, donde colores y aromas se entrelazan junto al árbol del amor y las glicinas que se escapan a través de las rejas.

Enclavado en la ladera del Albaicín, El Carmen de San Agustín posee unas privilegiadas vistas sobre La Alhambra que se asoma, tímidamente, entre la vegetación y las altas cumbres de la sierra. Invitando a un reconfortante paseo, se abren sus caminos de sombra entre rosas enredaderas y laberintos de recortados cipreses y setos de boj.

Muy cerquita de Torre Bermeja, El Carmen de San Antonio cuenta con un empedrado de gran belleza, típico de la artesanía tradicional granadina que combina pequeñas chinas formando vistosas cenefas colocadas piedra a piedra. De gran belleza, igualmente, El Carmen de la Justicia que recibe su nombre por su ubicación al lado de La Puerta de la Justicia de La Alhambra. Su paseo de peonías alcanza su máximo esplendor cuando, llegado el mes de abril, la floración lo convierte en una hermosa visión para el visitante.

Estos son, sin duda, algunos de los cármenes granadinos de mayor relevancia. Ellos han inspirado a poetas y pintores, y su hechizo ha prendido en las partituras de músicos de renombre, así como en las voces más extraordinarias y en los textos de los más ilustres escritores. Sin embargo, y a pesar de la magnificencia de estos maravillosos enclaves, El Carmen, en su versión más humilde, no deja indiferente a quienes tienen el privilegio de descubrirlo al otro lado del alto tapial.

Un pequeño patio con un parral; una frondosa higuera; algunos rosales de tonalidades varias; discretos bancales con hortalizas y flores, y una sencilla fuente con un chorro de agua fresca y clara serán suficientes para sentir la seducción del Carmen. Podremos apreciar desde la sombra proporcionada por la parra el suave trinar del pajarillo que, indiscretamente, nos vigila desde una de las ramas del pequeño árbol; quizá se escapen desde el interior de la casa las notas de una guitarra que nos induzcan al «Recuerdo de La Alhambra», y quién sabe si, en alguna de esas minúsculas gotas de agua salpicadas desde la alberca improvisada junto a la tapia encalada, no se esconderá el encanto de algún duende travieso que nos susurre al oído los versos más antiguos de aquellos poetas árabes que, despojados de vida, habitan de noche en La Alhambra.
 
 
 
Ilustración: Ismael Murria. Jardines del Generalife
(Publicado en Amaranto Cultural)


 

domingo, 13 de julio de 2014

Afuera, el frío.


 
 
 
 
Afuera el frío,
la soledad y el desarraigo.

Adentro el calor que proporciona la voz amiga,
la cháchara, la paz y los silencios.

Afuera la palabra escrita en el interior
de una carpeta sencilla y la mirada evadida:

quién sabe si
recordando la tibieza de unas manos,

y la calidez de un verso libre
recitado en otra mañana fría
 
de cualquier lejano día.


De: Imágenes poemizadas. (LEH)
Fotografía: Débora Tráchter

lunes, 7 de julio de 2014

Hablando de libros con Dolores Estal




Hace unos días tuve el placer de charlar con Fco. Javier Illán Vivas. Fue una charla placentera, a través del chat.
Fruto de esa conversación virtual con mi amigo Francisco, es esta entrevista para vegamediapress. (En el enlace)
http://vegamediapress.com/not/9204/lola-estal-escribir-es-un-reto-del-que-se-puede-salir-airoso-si-lo-afrontas-con-valentia-/

viernes, 4 de julio de 2014

Esa mirada...





Esas miradas, esos gestos…

Esas miradas tuyas, mías,
esos gestos que solo yo conozco.

Ese mirar tuyo cuando piensas en mí…

Esa mirada húmeda que aprisiona una lágrima rebelde
si observas en mí el menor de los peligros.

Ese mirar tuyo que solo yo descifro,
que solo a mí me pertenece…

                                  y se derrite mi voz bajo esa mirada
                                                                                    tuya,
                                                                                             mía…
 
 
 
 
Del poemario: Espontáneos
Ilustración: Blas Estal
 
 

jueves, 3 de julio de 2014

De Tertulia con Dolores Leis.

 
 



Conozco a Dolores Leis desde hace muy poco tiempo. Nuestros contactos comunes en las redes sociales propiciaron el encuentro entre ambas. No hizo falta mucha comunicación entre nosotras para que surgiera el interés por nuestras respectivas letras y formas de hacer. A ella la sorprendió una persona especial regalándole Los gatos de santa Felicitas, y yo me regalé a mí misma su libro El último Bernal.

Desde entonces hemos compartido el café de sobremesa charlando a través de Skype o de la misma red social que facilitó nuestra amistad virtual. Estas son algunas de nuestras confidencias, confidencias que, con su permiso, comparto por aquí con los lectores de De fragua y yunque.

 

¿Dónde viste la luz primera, Dolores?

En Madrid. Soy muy madrileña

¿Recuerdas cuál fue tu primera lectura, o aquella que te hiciera reflexionar de un modo especial?

No sé si fue la primera pero el primer libro que recuerdo haber leído es: Los cinco en la isla del tesoro. Me hicieron reflexionar las primeras novelas que leí sobre adolescentes marginados y que me mostraban un mundo que me era totalmente ajeno: Nacida inocente, Historia de Karen, Sara T., por nombrarte algunas. Hubo una, Ahora qué, señor fiscal, de Luis Martín Vigil, que marcó un antes y un después.

¿Y lo último que has leído?

La muerte llega a Pemberley, de P.D James. En fase de lectura estoy con Cien años de soledad, de García Márquez.

¿Hubo entre las personas de tu entorno alguien que cultivara las letras?

Mi padre era un gran lector. De él he heredado la costumbre de leer en el autobús y antes de dormir. En cuanto a escribir, en la familia yo soy la primera.

¿Cuándo te ves por primera vez con un bolígrafo entre las manos creando tus propias historias?

Mi primera historia, libro de aventuras como las lecturas del momento, la empecé con ocho o nueve años. Estudiaba 3º de EGB; lo recuerdo bien porque los nombres de los personajes eran los de mis compañeras de clase, y una en concreto, Benita, estuvo conmigo solamente durante ese curso.

Hablemos de El último Bernal… ¿Es tu primera novela?

Es la primera novela que publico, pero no es la primera que escribo.

¿Por qué en esa época y no en otra?

El siglo XIX tiene algo especial, me apasiona, estoy cómoda en él. Además, no siento que esté preparada para escribir sobre la época actual.

¿Cuándo y cómo vislumbras por primera vez a Jimena Martínez del Rosal?

Estaba escribiendo otra novela cuando, al levantar la vista del ordenador, vi a Jimena frente a mí, estaba enfadada y el ruedo de su falda tiró el paragüero. Supe de inmediato que debía empezar una nueva novela.

¿Por qué entre olivares? ¿Algún vínculo personal con esos campos?

Ni yo misma lo sé. La idea era un pueblo con mar; el cortijo y los olivares se fueron sumando conforme avanzaba en la historia. En cierto modo era algo lógico, ya que la novela transcurre en Andalucía, lugar al que viajo a menudo porque mi marido trabaja en Sevilla

El léxico empleado en la narración, al igual que en los diálogos de los personajes, es muy sofisticado, ¿te ha resultado cómodo expresarte en esos términos tan poco usuales en nuestro momento?

Yo quería escribir una novela del siglo XIX, no que estuviera ambientada en ese siglo. Por eso cuidé mucho las palabras y la forma en que hablaban los personajes. Para mi sorpresa no me resultó difícil sino que fue como recuperar un lenguaje natural, como si siempre me hubiera expresado de esta manera. Cuando alguien me pregunta sobre mi modo de escribir siempre respondo que es muy antigua.

Para la elaboración de la historia ¿has seguido una línea de acontecimientos marcada previamente y luego puestos en orden, o la historia ha ido surgiendo espontáneamente, sin más?

Dejo que la historia fluya. Hay momentos en los que tengo claro lo que va a suceder y marco una especie de cuaderno de ruta, pero de pronto los personajes se rebelan contra el destino que les tenía preparado y toman un camino diferente.
       Lo que no hago es saltarme sucesos en el tiempo. Escribo un capítulo detrás de otro. Nunca dejo páginas en blanco que me obliguen a retroceder, y siempre los termino, nunca dejo un capítulo a medias.

¿Qué hay de Dolores Leis en Jimena Martínez del Rosal?

Si te soy sincera, nada. Ya querría Dolores Leis tener un poco de la decisión y del arrojo que tiene Jimena.

¿Qué ocupa tu tiempo actualmente?

A las actividades propias de ama de casa le sumo pertenecer a la Asociación Letras Vivas, con la que concluimos un año intenso de actos y actividades culturales, sin olvidar, por supuesto, la escritura.

¿Tendremos oportunidad de leer una nueva novela de Dolores Leis?

Te respondo con una sonrisa: Sí. Estoy en ello.

 

Creo que no exagero si digo que, desde la lectura de El último Bernal, observo de modo diferente los olivares que encuentro a mi paso cuando salgo a dar un paseo por los campos cercanos a mi domicilio. Adivino a través de sus troncos retorcidos el sabor de la tierra, de la misma manera que adivino en Dolores Leis Parra el romanticismo de Tamara Maxwell y la discreción de Luisa Pardo.

«Muchas gracias por asomarte un día a mi ventana de Facebook» le digo a modo de despedida. «Gracias a ti, por abrir esa ventana y permitirme entrar» responde con esa sonrisa que intuyo y que ya me resulta familiar.
 
 
Ilustración: portada de El último Bernal