miércoles, 19 de septiembre de 2012

Ilusión





Deseé que aquel fuera un domingo especial. Me duché y la duché. Me cepillé y le cepillé el cabello. Me vestí y la vestí; primero la combinación de nylon, color crema la mía, color negro la de ella; después, nuestro mejor vestido, el mío de un verde claro hasta la rodilla, el suyo un poco más largo, gris oscuro, abotonado por delante hasta la cintura. Rocié nuestros pañuelitos recién planchados con agua de colonia, la suya, la mía, la de toda la vida, y los metí en nuestros bolsos junto al monedero.
  Así, acicaladas de domingo y cogidas de la mano, caminamos calle abajo; yo con ella, ella   conmigo…

‒¿A dónde vamos? –preguntó.
‒A misa de doce –mentí.
Los ojos se le iluminaron por un instante.
‒¡Qué bien... quizás vea allí a mi hija!
‒Sí, mamá; quizás ‒le respondí, esta vez, con la certeza de que ya jamás me reconocería.



"A ellas que ya no recuerdan"
De: Cuentos del Puerto 
Fotografía: Ismael

2 comentarios:

  1. !!!!!!!! Buenísimo!!!!! Y me encantó la foto que hizo Ismael

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  2. Gracias, Débora. Y sí... de vez en cuando hay que pensar en aquellos que ya no nos recuerdan y acariciarles la mano aunque no sepan quién se la acaricia.

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